Muerta, se olía en su sangre.
Ya no era roja, no era sangre.
Su voz ya no era voz. Era un ruido insolente y hueco, sin sentido.
Su piel polvorienta y gélida se sentía en el aire.
Sus lágrimas ácidas carentes de sentimientos perforaban el suelo, pero no su vestido.
Lamentos que no salían de su boca, rodeaba su petrificante silueta.
Hermosamente extraña, su tez iluminaba el salón húmedo.
Pero ya estaba muerta, ya a nadie le importaba.
miércoles, 2 de junio de 2010
Miseria.
Publicado por VioL€t en 14:56

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